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jueves, 28 de mayo de 2020

Día del Ceramista | 28 de mayo

Equipo docente de la CTCC junto a Victoria Ctibor, Proyecto Fuegos 2018
Plaza Francisco Ctibor (ph: Guillermo E. Sierra)

¿Quiénes somos las y los ceramistas?
Mariel Tarela, mayo 2020

El 28 de mayo se celebra, desde hace ya algunos años, el día del ceramista
latinoamericano, de las ceramistas latinoamericanas y de los ceramistas
latinoamericanos, diríamos pensando en formas que nos cobijen a todas y a todos.

La propuesta a las y los ceramistas para este día ha sido: abrir sus talleres para
transformar en realidad, a través de lo colectivo, un “sueño soñado en solitario”1.
Convocadas y convocados a desocultar quiénes somos, qué hacemos y qué valoramos.

Sin dudas, este 28 de mayo de 2020 va a ser distinto. La forma de abrir deberá
ser virtual, pero el distanciamiento físico no puede ser distanciamiento social.
Reformularemos nuestras prácticas solidarias de compartir, de unirnos, de esperar y de
resistir. ¿ Pero no es esto, acaso, lo que hacemos siempre?

Desde un hacer que tiene sus orígenes en los de toda cultura y atravesados por
este particular momento, me pregunto entonces: ¿Quiénes somos las y los ceramistas?

En primer lugar, si algo nos ha enseñado la contemporaneidad, es que las
definiciones únicas no aplican. Comprender la pluralidad cerámica y sus actores hoy
requiere considerar puntos de vista diversos. Esto solo es posible, en palabras de
Marcelo Giménez2  con el reconocimiento pleno y la justa aceptación de que la
sensibilidad ―cualesquiera sean las sustancias en que encarne y las formas que tome― es una potestad común a todos y su expresión, un derecho inalienable. 

Un llamado como este, a unirse, y por tanto a identificarse como ceramistas latinoamericanas y latinoamericanos entraña un eje geopolítico y cultural a proteger, conservar, profundizar y transmitir: señalarse situadas y situados en una posición particular y no dejarse atrapar en una perspectiva universal. 

Al revisar nuestros modos de hacer, nos reflejamos en el artesano de Richard Sennett: quién tiene el deseo de realizar bien una tarea, sin más3 . Quién explora las dimensiones de la habilidad, del juicio crítico y del compromiso con lo que hace. 

Guardamos en nuestros cuerpos saberes que nos identifican. El ojo que mide la temperatura por el color del fuego. La mano que reconoce en la rugosidad de un esmalte su composición química. El oído que distingue la sonoridad de la porcelana, el gres, la loza o la terracota y detecta de inmediato rajaduras. Los brazos que baten incansables hasta el punto justo a una pasta. Las piernas que nos sostienen horas cargando leña al pie de un horno hasta que un esmalte madure. El aliento que se detiene un instante antes de abrir un horno. Nuestro lenguaje, siempre atento a las propiedades de lo real, emplea cantidad de términos que mejor describen las distinciones que se puedan hacer. El corazón que agradece la complicidad de fuego, estalla de felicidad, y no deja de sorprenderse, toda vez que algo ha salido como queríamos. 

Como todo el mundo sabe, observó Levi-Strauss4 , tenemos a la vez algo del sabio y del bricoleur: con medios artesanales, confeccionamos un objeto material que es al mismo tiempo objeto de conocimiento. 

Nuestra sensibilidad nos permite comunicar, expresar y conmover a través del barro y del fuego; pero también perdernos en la profundidad de un esmalte; o balancear la carga de un horno repleto hasta que las piezas casi leviten; o embalar objetos pacientemente con el mayor de los celos porque la vida nos va en ello. Con amoroso cuidado asumimos la tarea de aprender y enseñar manteniendo vivo nuestro hacer. 

Somos una comunidad entusiasta, que abriendo sus talleres, pareciera encarnar la metáfora de la levadura de John Paul Lederach5 . Relata este autor, en La Imaginación Moral. El arte y el alma de la construcción de la paz, que el crecimiento social de una nueva idea o proceso difícilmente ocurre entre grandes cantidades de personas que comparten los mismos principios y opiniones. El problema no es alcanzar una “masa crítica” es importante encontrar una “levadura crítica”. Unas cuantas personas conectadas por redes reales y virtuales que entretejen diversos intereses, necesidades, conocimientos, expectativas, afectos y opiniones tienen el potencial para iniciar un proceso de cambio generalizado.

 Tal como sucede al amasar el pan, la clave  del crecimiento de la masa es la calidad y no la cantidad de la levadura. Antes de mezclarla con la harina, la levadura debe tener un crecimiento inicial. Una vez que el crecimiento esté en marcha, la levadura se vuelve elástica y al mezclarse con la harina soporta resobes y estiramientos sucesivos a los que se somete la masa, sin perder su capacidad para seguir generando crecimiento. Somos flexibles y resilientes. 

Somos muchas y muchos más que hace un par de décadas. Algunas y algunos insistimos en denominarnos ceramistas, otras y otros se eximen. Sabemos que la discusión acerca de los lindes y deslindes de las disciplinas sigue abierta.

 Somos las y los que a través del contacto con la materialidad inigualable de la tierra, la puesta en práctica de los procedimientos aprehendidos a través del oficio y los valores simbólicos a los que está ligado, intentamos darle cuerpo a lo indecible. 

Comprender su potencia, fragilidad y desorden. Las y los que a través de la arcilla, transformada en cerámica por el fuego, estamos dejando huellas de nuestro breve paso por la vida.



1 Extraído del texto de la convocatoria 2014 de la ceramista brasileña Solange Mano (traducida al español por el ceramista uruguayo Juan Pache) http://www.infoceramica.com/2014/04/dia-delceramista/ 
2 Giménez, Marcelo. (2017) Cerámica. El oficio y sus territorios. Entre secretos elementales y celos ineluctables. Buenos Aires. Pasaje17. p 1 
3 Sennett, Richard. (2009) El artesano. Barcelona. Anagrama. p12
4 Levi-Strauss, Claude (1964) [2010]. El pensamiento salvaje. México. Fondo de Cultura Económica. p 43 
5 Lederach, John Paul (2007) La imaginación moral. El arte y el alma de la construcción de la paz. Bakeak Gernika Gogoratuz, Bilbao-Guernika



Who are we, ceramic artists?

On May 28th we celebrate, since 2014 our day, the day of the Latin American ceramic artist.

The original purpose of this celebration was, and still is to open up our studios to people: "a dream dreamed alone"1, to turn into reality that these dreams put together spread the spirit of ceramics througout our community.

This day of celebration allows us to show who we are, what we do and what we treasure most.

Certainly this 28th will be different to any previus one. We open our doors virtually, but in this case physical distancing doesn´t mean social distancing.

We are complied to reformulate our solidarity practices of sharing, coming together, pause for a while and resist patiently. But isn't this, perhaps, what we always do?

From a discipline that has its origins at the core of all our cultures, at this particular time, I ask myself then: Who are we, ceramic artists?

In first place, contemporaneity has taught us that unique definitions should not apply.

Understanding ceramic diversity and its actors today requires considering multiple and diverse points of view. This is only possible, in the words of Marcelo Giménez2 with full recognition and fair acceptance that sensitivity - whatever the substance it embodies and the form it takes - it´s a power common to everyone, and its expression, an inalienable right.

A call like this, to gather to celebrate, and therefore to identify ourselves as Latin American ceramists involves a geopolitical and cultural axis we must protect, conserve, deepen and transmit.

This means to be situated in a particular place, and avoid to be seen only from a universal perspective.

When reviewing the many ways we do things, we see ourselves as the Craftman of Richard Sennett3: who desires to do a job well for its own sake, the one who explores the dimensions of ability, critical judgment and commitment to what he does.

We store in our bodies knowledge that identifies us.

The eye that measures temperature by the color of fire. The hand that recognizes in the roughness of glaze, its chemical composition. The ear that distinguishes the sound of porcelain, stoneware, earthenware or terracotta and immediately detects cracks. The arms that knead clay tirelessly to its appropiate condition. The feet that keep us standing for hours feeding firewood to the kiln until glaze matures. The breath that we hold for an instant before opening the kiln. Our language, always aware of the properties of reality, uses a number of terms that best suit to the minimal distinctions that we are able to do. The heart that appreciates the complicity of fire, explodes with happiness, and never ceases to be surprised, every time something has gone as we wanted.



Mariel Tarela
May 2020


1Extracted from the text of the Brazilian ceramic artist Solange Mano, 2014 (translation into Spanish by the Uruguayan ceramic artist Juan Pache) http://www.infoceramica.com/2014/04/dia-del-ceramista/ 
2Giménez, Marcelo. (2017) Cerámica. El oficio y sus territorios. Entre secretos elementales y celos ineluctables. Buenos Aires. Pasaje17. p 1 
3Sennett, Richard. (2008) The Caftsman. New Haven: Yale University Press,